Por Roger Henry.
La muerte es uno de los temas más fascinantes de la vida para el ser humano. Generalmente está asociada a temas tenebrosos y oscuros, los cuales son abordados en abundancia por el cine, la literatura o las creencias religiosas. Las visiones que podemos tener de la muerte pueden ser muy variadas y dependerán del contexto con que las analicemos. En el mundo del arte y las disciplinas creativas es necesario no comprometerse mucho con esas caricaturas que la acercan al mundo del miedo y del terror porque, a mi parecer, podríamos estar farreándonos todo un mundo lleno de magia, belleza y filosofía. En estas líneas asumo el desafío de explicarme lo mejor posible.
Proyecto Chinchorro es una obra de danza contemporánea con matices teatrales, basada en una idea original de la arqueóloga Lilian Briceño y el sicólogo Coti Macías. Está interpretada por la Compañía ariqueña de danza Caudales y reforzada por el apoyo de producción del Carnavalón Teatral. Todo un equipo multidisciplinario al servicio de la obra.
Me tocó realizar su diseño sonoro con la misión de ambientar el desarrollo de la trama sin caer en la tentación de resolver las interrogantes o situaciones de la obra con elementos musicales convencionales (¿cómo es eso?): Los Chinchorros existieron desde hace unos 7 mil años antes del presente con poco desarrollo tecnológico o intelectual si lo comparamos con nuestros días, o sea, no habían instrumentos musicales ni menos registro escrito de composiciones; solo los sonidos del mar, los animales, las aves, el viento, las rocas azotadas por las olas, el particular silencio que se produce al sumergirnos en las aguas, el río que finalmente desembocaba en el mar o la cotidiana actividad humana. Tuve si la licencia para experimentar en sonidos procesados que encajaran de mejor forma en esta sensación; todo para recrear una obra inspirada en lo que nos convoca: la muerte.
¿Es la muerte parte de la vida o es la vida parte de la muerte? La vida estaría justamente entre 2 momentos relativos a la muerte: antes de nacer y luego de fallecer. Sus tiempos pudieron ser infinitos si no fuera por este pequeño intervalo que rompió aquella continuidad. En algunas visiones religiosas es precisamente luego de fallecer donde se produciría la vida eterna: el premio para aquellos malaventurados y sufrientes de la vida mundana (coincidentemente ahora estoy leyendo “Los condenados de la tierra” de Fanon). Para la experiencia Chinchorro la muerte significó motivo de veneración, y algo muy interesante fue que no estaba reservada para ciertas clases sociales, sino que se ejerció como un derecho de todas las familias. Cada difunto fue fantásticamente manipulado para convertirse en momia y ser objeto de adoración familiar o grupal.
En la obra se abarcan varios momentos relevantes en sus quehaceres cotidianos; la presencia de indicios de muerte como son las enfermedades y el rito mortuorio que involucra muchos aspectos y teorías que se han podido obtener gracias a la investigación arqueológica. O sea, algo así como revivir a los muertos para hacerlos inmortales en la historia. ¡Es impresionante como conjugan la vida y la muerte en esta experiencia ¡ Se crea una delgada línea entre ambas que solo puede ser resuelta por vía de las sensaciones y emociones que transcurren segundo a segundo, a medida que la danza y la coreografía se van decantando en el escenario. A medida que alguna intérprete muere en escena y que en paralelo genera vida finita o infinita. El transformarse en momia la hace vencer aquella muerte terrenal para transformarse en un testimonio para la humanidad. ¿Un testimonio es algo vivo o algo muerto? La muerte está presente en todas nuestras posibilidades decía Heidegger, y una de ellas es la danza. En la muerte se pueden expresar todas las dimensiones del dolor del ser humano, y a la vez el dolor permitirá presenciar más belleza auténtica a los espectadores. ¿Por qué digo auténtica? Porque no está basada en apariencias sino en un sentir que nos hace fácil conectar; es una fuerza que transita de alma en alma gracias a la danza, la música, las luces. La muerte se convierte en un veloz insecto volador que no se dejará atrapar sin parar de aletear. Al cierre de los movimientos la sensación que queda será la misma que nos queda al despedir a un ser querido: ¿Y ahora qué vendrá?
Es importante que siempre sepamos sobre nuestros orígenes. Todo ayuda en la investigación personal que tenemos sobre nosotros mismos, partiendo del recurrente saber quién soy yo. Así me será más fácil saber que hacer ahora o adonde iré mañana. Pero para eso debo someterme a la angustia de la desnudez y la soledad, la falta de casi todas las respuestas, el sentir esa acción abrumadora de la naturaleza salvaje, no intervenida, pura, que es capaz de llevarse a mis seres queridos o a mí mismo en cualquier hora del día, en mi momento de caza marina o cuando transporto por un acantilado lo recolectado en la mañana. Hace 7000 años atrás no había distracciones que nos hicieran pensar que la muerte le pasaba a los demás y nunca a mi como ahora. Basta ver las noticias o internet para ver desfilar ante mis ojos a la muerte de otros y perder la oportunidad de vivir una vida más creativa e intensa, ¿por qué? ¡Porque yo moriré de viejo y los accidentes les suceden a los otros!
La gran lección de nuestros antepasados radica más en sus falencias que en sus abundancias. Los Chinchorros nos enseñan que si queremos o soñamos con ser eternos solo tenemos que aprender a aferrarnos a la muerte y a solucionar con creatividad los inconvenientes y los desafíos que nos presenta la vida. Y todo eso es posible dentro de ese pequeño intervalo del tiempo al que llamamos vida.
¡¡¡ Nos vemos en el siguiente blog !!!
Fotos: Diana Henry
Excelente Roger, gracias por estás reflexiones……